
Había una vez un bosque hermoso, lleno de árboles altos y ríos cristalinos. Todos los animales vivían en paz hasta que, un día, un gran incendio comenzó a devorar el bosque. El fuego se extendía rápidamente y los animales, asustados, comenzaron a huir.
Sin embargo, un pequeño colibrí no se fue. Volaba rápidamente hasta el río, recogía una gota de agua en su pequeño pico y la dejaba caer sobre el fuego. Una y otra vez, iba y venía, tratando de apagar las llamas.
Los otros animales, sorprendidos, le dijeron:
— ¡Pequeño colibrí! ¿No ves que tus gotas de agua no pueden apagar el fuego? ¡Es imposible!
El colibrí, sin detenerse, respondió:
— Tal vez no pueda apagar el fuego solo, pero estoy haciendo mi parte.
Al ver su valentía, los demás animales se sintieron inspirados. Pronto, todos comenzaron a ayudar. Los elefantes traían agua con sus trompas, los castores construían barreras con barro y los búhos traían hojas verdes para sofocar las llamas.
Juntos, lograron apagar el incendio y salvar el bosque.
Desde aquel día, los animales recordaron la lección del pequeño colibrí: cada esfuerzo, por pequeño que sea, puede hacer una gran diferencia.